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(Segunda parte de la justicia está en el corazón): LA PATRULLA DE CAMILA CORTÉS

CAPÍTULO 1: LA CASACA 

Desde el accidente con Darrow, mi vida había cambiado por completo, daba clases en el ministerio una vez al mes a todo aquel que quisiera aprender el noble arte de la espada, aparte de eso, mi vida era normal, de vez en cuando me asignaban alguna que otra misión, pero nada especialmente interesante.
 Me adapté como pude al siglo veintiuno, vestí con solo una o dos prendas de ropa, aunque he de reconocer que mi estilo no se alejaba mucho al de Flandes, me gustan las camisas anchas y el placer de poder llevar pantalones ¡incluso siendo mujer!, creo que por eso, decidí quedarme en este siglo y olvidar de una vez por todas, aquella larguísima guerra sin fin.
La verdad es que pasaba la gran parte de mi tiempo con Lucas, en casa o en aquellas sesiones en el médico que le habían ayudado tanto a socializar algo más. Pero un día, todo cambió. ¡Gracias a dios!, empezaba a estar harta de no ser más que una mujer sin rumbo ni trabajo.
Caminé por el ministerio, como cada primer día de mes, con ropa más que cómoda para poder luchar bien, caminé hasta el pozo, lugar donde se daban las clases, las espadas ya estaban dispuestas en una enorme caja, echaba de menos mi espada, la que usaba en Flandes se rompió la última vez que batallé.
Cogí una cualquiera, y esperé a mis alumnos, esperé durante media hora, aquello me extraño, normalmente había mucha gente dispuesta a ser enseñada.
De  golpe vi entrar a un hombre alto y corpulento, debía de tener mi edad, llevaba barba y tenía el pelo castaño, suelto y bastante largo, llevaba un pañuelo envuelto alrededor de la cabeza y una larga casaca negra que contrastaba a la perfección con su blanca camisa y sus pantalones y botas marrones.
Me senté en el suelo y lo ignoré, de bien seguro debía ir escaleras abajo en busca de alguna puerta.
Este se quedó un rato mirándome y dijo:
-¿Acaso no son aquí las clases de espada?-
Me levanté de golpe y dije:
-Así es, pero me temo que por vuestra casaca, vos no las necesitáis.-
-No todos los que llevan casaca saben usar una espada. Aunque venía en busca de un buen adversario, la verdad.-
Sonreí.
-¿Quién sois?-Pregunté curiosa.
-Si me ganáis, os diré mi nombre. Pero, antes, dejad que coja mis dos espadas.-Dijo quitándose las casacas dejando ver las dos espadas anchas que llevaba en su espalda.
-¿Solo dos?, yo aprendí a luchar hasta con cuatro, pero, luchemos en igualdad de condiciones.- Dije acercándome a la caja, y seleccionando dos de ellas.
Vi que ahora sí, los funcionarios se acercaron al vernos, Salvador abrió la persiana de su despacho, y allí comenzó el baile de espadas.
-Cuando quieras.-Dije yo.
Él rió.
-Con una espada tan fina no llegarás lejos, Camila.-
Reí.
-La ligereza es la gran virtud del florete, además el acero de Toledo nunca se dobla.-

(fanart de Camila Cortés por Dani Zarzuelo)


El hombre se acercó a mí con gran velocidad, pero con ambas espadas, cruzadas logré bloquearlo, esta hacía fuerza hacía mi para que cayera, sin embargo si algo aprendí en Flandes, es que mi delgado cuerpo de mujer, me daba algunas ventajas.
Me agaché con rapidez, de forma que este se abalanzará hacia delante. Me aparté, para no engancharme con su casaca, y este, cayó al suelo, se levantó a toda prisa, pero yo le ataqué esta vez, con vigor, saltando para alcanzar a tocar su cabeza, este me paro con una sola de sus espadas, toqué el suelo con la punta de mi bota y con mi pierna rodeé una de sus rodillas, pero aquel hombre ya se sabía ese viejo truco, giró sobre si mismo, y con una de sus espadas, me rodeó el cuello.
-Perdiste querida.-Dijo él.
-No querido, lo has hecho tú.-
Dije arrebatándole de la mano la espada que no usaba contra mi cuello, soltando así una de las mías, solté el otro florete, lo agarré del brazo que blandía la espada y conseguí darle la vuelta curvándome sobre mi misma.
Él, soltó la única espada que le quedaba por el golpe, le pegué una patada a esta con mi pie, y apunté su cuello con la espada que le había robado.
Las gentes empezaron a aplaudir, miré a Salvador, y este asintió.
-¿Cómo os llamáis?- Inquirí al joven
-Gorka, Gorka Abendibar.-
Quité la espada de la garganta y la lancé al suelo.
-¡Eh, un poco más de cuidado, me costó mucho robar este par!-
-¿Robar?- Dije tendiéndole mi mano, ayudándolo a que se levantará, pero antes de que Gorka pudiera contestarme, Ernesto se acercó a ambos, y nos dio un par de botellas de agua.
-Salvador os espera a ambos en su despacho.-

Alcé mis cejas, miré a Gorka y este sonrió, me giré y caminé hacia el despacho de Salvador.

CONTINUARÁ...

Comentarios

  1. cómo que continuará? No puedes dejar a medias la historia, yo ya había cogido carrerilla, tiene muy buena pinta. Espero la continuación

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