Campanada tras campanada, silencio tras silencio esa era la musica que mis oídos escuchaban estando sentada en el columpio del parque.
Mi pueblo no era un lugar superpoblado, apenas tenía treinta habitantes, en invierno, claro, cuando nadie excepto esas personas, seguramente entrenadas a propósito o con genes modificados, podían soportar temperaturas de hasta menos diez grados centígrados, yo me decanto por ser transgénica ya que no recuerdo ningún entrenamiento.
Lógicamente esto es ironía, la cuestión es que entre aquellos sonidos para mi quotidianos escuche uno nuevo una niña sin apenas yo darme cuenta se sentó a mi lado.
Me sorprendió no haberla visto entrar pero supuse que como siempre estaría mirando hacia el cielo.
La niña llevaba puesto un vestido blanco y iba descalza aquello realmente me sorprendió.
-Vaya, ¿No tienes frío con tan solo ese vestido?-
-No, aquí nunca hace frío.-
- Querrás decir siempre ¿no?-
La niña empezó a reírse transformándose en un ser negro y oscuro que me hizo gritar, saltar del columpio y ocultar mi cabeza entre mis rodillas.
La niña era Clara y yo, estaba en el infierno, sin duda alguna, no fue buena idea asesinarla.
Mi pueblo no era un lugar superpoblado, apenas tenía treinta habitantes, en invierno, claro, cuando nadie excepto esas personas, seguramente entrenadas a propósito o con genes modificados, podían soportar temperaturas de hasta menos diez grados centígrados, yo me decanto por ser transgénica ya que no recuerdo ningún entrenamiento.
Lógicamente esto es ironía, la cuestión es que entre aquellos sonidos para mi quotidianos escuche uno nuevo una niña sin apenas yo darme cuenta se sentó a mi lado.
Me sorprendió no haberla visto entrar pero supuse que como siempre estaría mirando hacia el cielo.
La niña llevaba puesto un vestido blanco y iba descalza aquello realmente me sorprendió.
-Vaya, ¿No tienes frío con tan solo ese vestido?-
-No, aquí nunca hace frío.-
- Querrás decir siempre ¿no?-
La niña empezó a reírse transformándose en un ser negro y oscuro que me hizo gritar, saltar del columpio y ocultar mi cabeza entre mis rodillas.
La niña era Clara y yo, estaba en el infierno, sin duda alguna, no fue buena idea asesinarla.
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