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La patrulla de Camila Cortés: Capítulo 4: Pastrana

Enlaces a capítulos anteriores:


 Capítulo 1: La casaca
Capítulo 2: El pirata
Capítulo 3: Malos tiempos

 CAPÍTULO 4: PASTRANA

Abrí la puerta, dando paso a Gorka, que entró primero.
Pastrana, 1583.

La puerta estaba oculta en el armario de una cocina de una casa, que parecía casi abandonada. Al abrirla nos plantamos en medio de la pacifica comida de una familia humilde.
Miré a Gorka, sorprendida y este me susurró:
- ¿Y ahora qué hacemos?
-Ya te dije estúpido que esa no era la puerta. Discúlpennos este criado mío es un auténtico chirle. - Dije tirando de él, yendo hacia la puerta, saliendo lo más rápido posible de aquella casa.
-Anda que, vamos finos. -Dijo él.
-Finos iremos si esos descubren que el armario es una puerta.
Las calles estaban llenas, las gentes paseaban entre suelos de piedra llenos de ratas y lo que quiero pensar que era barro.
-No me gustan las ciudades, prefiero el mar. Al menos este último siempre huele bien. -Añadió Gorka.
-Calla y camina, hemos de buscar el palacio ducal.
- ¿No crees que es estúpido buscar allí? Es decir, según el informe la princesita esta…
-La princesa de Éboli. -Dije corrigiendo.
-Pues eso. Digo que, si se la han llevado, no estará ahí.
-Ya, pero es necesario que sepamos si alguien vio algo. Que nos den pistas.
-Por los cuatro mares, menuda mierda de misión.
-Cállate.
De golpe un agudo grito pareció salir de un callejón, este llevaba a una fuente con siete caños, y en ella apoyada había una mujer. Siendo acosada por un puñado de hombres borrachos.



No lo dudé un segundo, agarré la espada que Gorka llevaba en su cintura y amenacé a aquellos hombres.
Al verme vestida con un elegante vestido se rieron de mí. Moví hábilmente la espada entre mis manos y señalé a uno de ellos.
-Sin tan gallo y valiente sois ¿porque no lucháis contra mí?
La mujer me miraba con los ojos bien abiertos y la respiración algo entre cortada. Gorka se acercó a uno de ellos y le arreó un buen puñetazo.
El hombre desenfundo una pequeña daga que llevaba escondida y la empuñó contra mí. La levanté con la hoja de mi sable haciéndola volar por los aires. Y le hice un corte superficial en el hombro.
Realicé una estocada en el aire, muy cerca del rostro de uno de los hombres, y estos, se marcharon corriendo.
Dos de ellos tropezaron con las piedras de las calles.
La mujer se acercó a nosotros, se arrodilló y nos dio las gracias. Llevaba una ropa oscura, y un delantal. Era una sirvienta.
Gorka, encajando muy bien en su papel, se puso ante mí y con tez seria le preguntó:
-¿Quién sois vos para tomaros tales confianzas?
-Gorka, tranquilo, solo es una pobre mujer.
-Soy una sirvienta señora, ya ve, esos mangantes me han robado las provisiones que debía de llevarle a mi señora.
-¿Por casualidad no será tu señora doña Ana de Mendoza?
-Así es. Bueno, ya no, pero trabajo en el palacio ducal si eso es lo que pregunta.
-Eso es. Me dirigía allí con el motivo de visitar a la tan aclamada princesa de Éboli, además, me dirijo a Toledo, y me sería de gran utilidad alojarme en su palacio.
- ¿Quién soys vos, mi señora?-Dijo ella.
-soy la duquesa Camila de Santillana. -Dije extendiéndole mi mano, para que esta la besara.
-A sus pies, señora. Pero verá, me temo que no podrá ver a doña Ana, esta presa y solo se le permite salir una hora al día a su balcón, ese es, casi, el único contacto que se le permite tener con el exterior.
-Entiendo, aun así, y si no es molestia. ¿Podría conducirme al palacio?
-Supongo que sí. Está aquí cerca. Pero ¿Vais de viaje sin carruaje?
Miré a Gorka, sin saber que responder a aquella pregunta.
-Si, es que venimos andando del pueblo de aquí al lado.
Lo miré con una ceja enarcada, pensando para mis adentros que era un idiota.
-Lo que mi criado quiere decir es que me he propuesto peregrinar de pueblo en pueblo durante mi viaje, caminando para disolver mis pecados, puesto que, una vez allí me temo que adquiriré los votos.
-Entiendo, quiere usted caminar con dios.
-Exactamente.
Caminamos siguiendo a aquella mujer. Parecía tener unos diez años menos que yo, era joven, delgada y algo pálida.
No andamos ni diez minutos. El palacio tenía las paredes blancas. El marco de la puerta estaba tallado en la piedra. Parecía tener dos torres. En la de la derecha, un balcón sobresalía de los otros por estar todo enrejado.



-Es aquí señora, pero no se si le dejen entrar.
- ¡Soy Camila de Santillana!, ¿Es que no sabes quienes son los duques de Santilana?
-Si, señora. Perdóneme, pero es que...
En la puerta dos guardas me prohibieron el paso, permitiéndoselo a la chica.
- ¿Quién sois vos?
-Y dale la burra al trigo. -Susurró Gorka.
-Soy la duquesa Camila de Santillana señora de…
-Lo siento señora, pero no se aceptan visitas, esto no es más que una prisión ahora, no pueden entrar.
- ¡¿Pero qué tratos son estos?! Necesito refugio y ustedes…
-Lo sentimos, pero si quiere refugio habrá de marchar al monasterio de aquí al lado o que se yo.
Miré a Gorka entonces y este dijo:
-Mirad guapos, o nos dejáis pasar u os matamos. Somos piratas. - Dijo sonriendo.
-Ja, piratas en Castilla. -Dijo el guarda de la derecha.
Me agaché, cogí una de las dagas de mis tobillos y se la puse escondiéndola, en el estómago. El otro intentó moverse, Gorka le hizo la trabanqueta.
- ¿Dónde robar mejor que en un castillo? -Dijo él.
-Caminad hacía dentro si no queréis que matemos a vuestro compañero. -Dijo al que estaba en el suelo.
Este asintió, y caminamos todos juntos, hacía dentro.
-Cierra la puerta. -Dijo Gorka a su prisionero.
-No pienso hacerlo.
-Pues muy bien oye. Dijo retorciéndole un brazo hacía atrás, y con un dedo clavándoselo en la espalda.
-Si gritas te clavo el puñal.
Sonreí. Mucha fuerza debía de tener para poder clavarle siquiera la uña de su dedo.
La criada, que lo estaba viendo todo. Cerró las puertas rápidamente.
- ¡No sé qué queréis, pero desde que la señora se fue no tenemos nada!
Solté al guardia, este hizo amago de coger su espada. La cogí antes que él y le apunté.
-No somos los malos, no queremos robar.
-Tu igual no, pero…-Dijo Gorka, quien cayó al instante cuando mi cabeza se giró para mirarle.
-De hecho, venimos a investigar por qué se han llevado a la princesa de Éboli.
- ¿Sois de la justicia?
-Así es.
- ¿Una mujer? -Dijo el guarda.
-Bueno, es una buena tapadera para que nadie piense que somos justicieros.
-Entiendo.
-Explicadnos lo que sabéis sobre esta misteriosa desaparición.
- ¿Y si nos negamos?
-Os mataremos sin deberle explicaciones a nadie. Vos, no sois más que un peón en manos de los cargos como el nuestro. -Dijo Gorka.
-La verdad. -Dijo la chica. -Es que nadie sabe nada, desapareció como por obra de brujería, es imposible salir de esa sala o de este palacio.
-Sin ayuda, por supuesto. -Dije yo. -Pero ella no saldría sola. - Deje de apuntar al guarda con su propio sable y le tendí el mango de este para que lo guardara.
Este, me miró dubitativo y finalmente, guardó su sable.
- ¿Cómo os llamáis en realidad? - Me preguntó.
-Nuestras identidades no son falsas, yo soy Camila de Santillana y él es mi ayudante. Soy yo la que recabo información. Los Santillana siempre hemos estado del lado de la ley. No como los Mendoza. -Dije poniendo la peor de las caras. Sabía bien que ambos, no se llevaban bien.
-Lo único que sabemos es que se fue, nadie ha visto nada. Yo, esa misma noche vigilaba la estancia de la señora, pero no la vi salir, la puerta no se movió ¡Y por dios, es imposible escapar por esa ventana llena de rejas!
- ¿Por qué deberíamos fiarnos de vuestra palabra?, de buen seguro que la ayudasteis a escapar.
- ¡Jamás!, ¡Por honor, esa mujer no es más que una necia!
-Una necia atractiva. -Dije yo.
- ¡Como osáis!
- ¿Nadie la vio ese día?
-Nadie, solo yo le abrí el balcón la hora permitida. -Dijo el guardia.
- ¿Cuántos sois en este palacio?
-Entre cocineros, sirvientes y guardias somos solo cincuenta y dos.
-Solo dice. -Comentó Gorka.
-Ya veo, va a ser difícil. Hablaremos con todos, si no os importa.
-En absoluto, si esa furcia no vuelve en menos de tres días, se nos despedirá.

Asentí y caminé por el palacio junto con Gorka, interrogando al personal, en busca de algo interesante.
CONTINUARÁ...

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