Capítulos anteriores:
Capítulo 1: La casaca
Capítulo 2: El pirata
Capítulo 3: Malos tiempos
Capítulo 4: Pastrana
CAPÍTULO 5: TIEMPO DE MIRADAS:
Gorka y yo preguntamos a todos y cada uno de los que allí vivían y trabajaban, unos decían que habían visto a la princesa de Éboli cortar los barrotes de su ventana, otros que si había salido por la puerta.
Casi cuando parecía que estábamos perdidos, Gorka habló con un guardia que decía que nadie lo creía, quien dijo que una mujer se la había llevado a través del armario de su habitación. El pirata corrió junto a su testigo por los pasillos hasta encontrarme y allí volví a interrogar a ese guarda:
-¿Pero vos lo visteis?-Insistí.
-Sí, marquesa. Con estos dos ojos que dios me ha dado.-Dijo él hombre con rostro serio. Me extrañó oír aquel título nobiliario para referirse a mí, pero me gustó más que disgustarme.
-¿Como era esa mujer?
-Pues como va a ser, testaruda, con un parche en el...
-¡La princesa no mentecato, la que se la llevó!
-¡Ah!, era morena bajita y delgada, no pude ver su cara porque el pelo la tapaba.
-¿Que ropa llevaba?
-¡Uh! muy rara, ¡Dios me perdone por haberla visto! Iba vestida solo con un viso negro como el carbón y un par de botas de cuero.
-¿Has mirado el armario?
-¡Sí! de roble macizo es, con unos tallados.
-¡El fondo!-Aclaré.
-No,no, que dios me libre de la brujería.
Miré a Gorka. Estaba claro que aquel guardia tenía pocas luces, seguramente por aquello nadie lo había creído, pero sin duda debíamos inspeccionar aquella habitación, y sobretodo el armario.
Subimos a la primera planta, y entramos a la que era una de las salas más emblemáticas de Pastrana y de Castilla. Aquella celda de una mujer valiente, cuya ventana daba a la plaza de la hora.
El guardia nos acompañó, aunque una vez allí le pedimos que se marchara y cerrara la puerta tras él. El mentecato se negó varias veces, pero al final lo hizo sin rechistar cuando Gorka le mostró su espada.
Gorka me miró alzando la barbilla cuando la puerta se hubo cerrado.
-¿Un poco de intimidad Cortés?
Sonreí y me acerqué al largo armario de la izquierda, el que estaba frente a la cama. Lo abrí de par en par. El pirata se acercó a mi hasta el punto en que podía notar su respiración en mi nuca. Habían varios vestidos y visos colgados de perchas de madera que no permitían distinguir el fondo. Los aparté pero no se veía nada raro, el fondo era de roble, o al menos, eso parecía.
-No sabremos lo que hay dentro hasta que lo toquemos, tampoco sabemos a donde va, si es un portal.
-En eso te equivocas general.-Dijo él sacando de la percha un vestido, haciéndolo una bola y lanzándolo hacía la pared.
Para sorpresa de ambos, este reboto y cayó al suelo.
-Mierda.-Susurré.-Pues nada Cortés, seguimos igual.
Me acerqué a la ventana suspirando.
-¿Como alguien puede estar encerrado por amar? ¿Acaso es un delito?
-No cumplió el luto de su marido.-Dijo Gorka.
-Que estupidez.
-Si yo muriera...-Dijo el pirata mirándome.
Sonreí
-¿Acaso crees que me gustas Abendibar?
-No iba a decir eso. Decía que si yo muriera y tuviera esposa, me gustaría que esta me guardara el luto, al menos unos años.
-¿Unos años? ¿Cuantos?
-No sé, al menos diez.
-¡Diez años!
-¿Te parece poco?
-¡Me parece demasiado! Además, uno no elije cuando enamorarse.
-En eso tienes razón.-Dijo él acercándose a mi despacio, mirándome a los ojos. No me moví, mi respiración sin embargo se aceleró poco a poco. Acarició mi cintura con un brazo y entonces, rompiendo aquel momento oímos un fuerte estruendo que venía de la plaza. Gorka separó su mano y miró por la ventana. Una enorme multitud se había juntado en la plaza de la hora alrededor de una mujer que parecía vestir de negro.
Agarré a Gorka por el cinturón en el que llevaba la espada y lo acerqué a mí.
-No me gusta que me dejen a medias.-Dije sonriendo.
Gorka sonrió y me besó apasionadamente, cuando nuestros labios se separaron me lo quedé mirando unos segundos. Luego él caminó hacía la puerta y me dijo:
-Deberíamos bajar.
-Estas misiones, siempre se ponen interesantes en el peor momento.-Dije acercándome a él, permitiendole que me abriera la puerta.
El gran tumulto de gente me impedía ver con claridad quien se encontraba en el centro, aunque por los gritos me lo pude imaginar:
-¡Embustera! ¡Lagarta!
-¡Bruja!
Me abrí paso a empujones y allí la encontré, mirando a los que la rodeaban. Me miró con seguridad pero a la vez con pena y entonces supe que nadie la había robado, sino que se había robado a si misma.
-¡Apartaos!-Grité.-¡Vosotros si que sois escoria! ¡Soy la marquesa de Santillana, y como representante de la justicia española estoy a cargo de esta mujer así que marchaos, la llevaré a palacio!
Miré a la princesa de Eboli, a doña Ana de Mendoza. Ella sabía que yo no era la marquesa de Santillana, era obvio pero calló aferrándose a mi voz y a mis palabras.
La agarré de un brazo y la empujé hacía el palacio ducal con fuerza. Una vez allí pedí a los guardias que cerraran las puertas del castillo.
-¿Porque lo has hecho?-Me dijo ella.-¿Quien eres?
-Mi nombre es Camila Cortés.-Dije mirando a Gorka que me había seguido y estaba a mi lado.- No soy la marquesa de Santillana, vos lo sabéis bien, pero mi identidad no importa. ¿Como escapasteis?
-Tenéis la mirada de una mujer fuerte, de las que se hacen notar, pensaba que ibais a defenderme. Pero no sois mejor que la escoria de la que me habéis defendido.
-No la conocéis.-Dijo Gorka rápidamente, casi cortando las palabras de doña Ana.-Si por ella fuera os sacaría de aquí y os trataría como a su propia hermana.
La princesa de Eboli sonrió y dijo:
-Querida, nunca te enamores, no dejes que te embauquen, mira como he acabado yo, encerrada en estas cuatro paredes. ¿Quieres saber como escapé? Igual que tu viniste, querida. Cuando era joven era funcionaria del ministerio. Mi guardia se durmió y aproveché para salir del castillo, ir a una de las cinco puertas que hay aquí, en Pastrana y atravesarla. Quería ver a mi amado una última vez, aunque no pudiera tocarlo, quería mirarlo.
-¿Porque has vuelto?
-No se puede vivir en el pasado, además, sé muy bien que el tiempo es el que es. Mi deber es este, morir entre cuatro paredes.
-Pensábamos que te habían secuestrado.-Dijo Gorka.
-Pues no, ya ves que no, me escapé sola, y volví sola para no ser nada más que una mujer indefensa.-Dijo sonriendo.
-No sois una mujer débil doña Ana, todo lo contrario, os aseguro que no pasareís a la historia por ello sino por todo lo contrario.
La princesa suspiró y dijo:
-Supongo que he de volver a mi celda.
Mis labios ansiaban negarlo, deseaba llevarmela conmigo, cambiar la historia, hacerla justa.
-Si.-Dijo Gorka en un susurro.Lo miré, en su rostro también se reflejaba la pena.
Doña Ana asintió y sin rechistar se dio la vuelta y comenzó a caminar. Apenas dio dos pasos dijo:
-Que sepáis que esto ha sido gracias a Salvador, os mando a ambos a vigilarme, a comprobar que volvía, una misión fácil, supongo. Cuando volváis, dadle las gracias por esta oportunidad.-Volvió a girarse y siguió caminando. Un guardia la escoltó arriba.
Me di la vuelta en cuanto me hube asegurado que ya no podría escapar, y me marché haciendo abrir las puertas de aquel palacio que en un primer momento me había parecido tan maravilloso y que ahora solo me parecía una burda prisión.
Caminé enfadada por la plaza con Gorka detrás.Oí como sus pasos se aceleraban y noté una mano agarrándome por el brazo, el pirata me detuvo en medio de la plaza de la hora y me dijo:
-Camila, para, sé que no es lo que hubieras querido, pero al menos ha vuelto.
-Salvador nos envió a una misión estúpida, controlada por él mismo. Me siento inútil.
Gorka sonrió y me dijo:
-Tú y yo sabemos que poco te importa que esta misión fuera sencilla, sino que lo que te enfada es no poder cambiar la historia.
Lo miré con un nudo en la garganta.
-No merece estar ahí, encerrada. ¡No ha hecho nada! ¿Porque siempre es lo mismo? ¿Porque las mujeres no podemos hacer nada? No podemos luchar, no podemos hablar, ni siquiera podemos amar libremente. Estoy harta, Gorka.
-Yo conozco un lugar donde serías libre de hacer lo que quisieras, un lugar sin normas ni ataduras, hasta la próxima misión, aunque, Cortés, he de decirte que eres la mujer más libre que he conocido nunca.
Reí.
-Nunca he sido del todo libre, solo en batalla, pero después mi vida ha sido y es como la de todas las demás.
-Viaja conmigo Cortés.-Dijo Gorka.
-¿Yo, pirata?
-¿Porque no?
-Soy general, Gorka.
-Y yo solo robo a los que se lo merecen
-Sí claro.
-Prométeme al menos que te lo pensarás.
-Podrías hacerte corsario.
-¡No, jamás trabajaré para los nobles! ¡Ya sabes cuanto los odio!
Gorka me agarró por la cintura y mirandome a los ojos me dijo:
-Por favor, solo quiero viajar contigo, navegar y olvidarlo todo, no sé como es tu pasado pero tus ojos me dicen que es incluso peor que el mío.
-Lo es.
-Pues entonces sube a mi barco, iremos a Siracusa, a Atenas, te enseñaré los lugares más bonitos de la tierra, te lo prometo. Además eres buena espadachína, contigo seguro que jamás nos pillarán.-Reí, no lo pude evitar, sus ojos me encandilaban, igual que sus brazos y su parche.
-Si nos pillan...
-El mar es grande, no nos pillarán.-Dijo sonriendo.
CONTINUARÁ...
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Capítulo 1: La casaca
Capítulo 2: El pirata
Capítulo 3: Malos tiempos
Capítulo 4: Pastrana
CAPÍTULO 5: TIEMPO DE MIRADAS:
Gorka y yo preguntamos a todos y cada uno de los que allí vivían y trabajaban, unos decían que habían visto a la princesa de Éboli cortar los barrotes de su ventana, otros que si había salido por la puerta.
Casi cuando parecía que estábamos perdidos, Gorka habló con un guardia que decía que nadie lo creía, quien dijo que una mujer se la había llevado a través del armario de su habitación. El pirata corrió junto a su testigo por los pasillos hasta encontrarme y allí volví a interrogar a ese guarda:
-¿Pero vos lo visteis?-Insistí.
-Sí, marquesa. Con estos dos ojos que dios me ha dado.-Dijo él hombre con rostro serio. Me extrañó oír aquel título nobiliario para referirse a mí, pero me gustó más que disgustarme.
-¿Como era esa mujer?
-Pues como va a ser, testaruda, con un parche en el...
-¡La princesa no mentecato, la que se la llevó!
-¡Ah!, era morena bajita y delgada, no pude ver su cara porque el pelo la tapaba.
-¿Que ropa llevaba?
-¡Uh! muy rara, ¡Dios me perdone por haberla visto! Iba vestida solo con un viso negro como el carbón y un par de botas de cuero.
-¿Has mirado el armario?
-¡Sí! de roble macizo es, con unos tallados.
-¡El fondo!-Aclaré.
-No,no, que dios me libre de la brujería.
Miré a Gorka. Estaba claro que aquel guardia tenía pocas luces, seguramente por aquello nadie lo había creído, pero sin duda debíamos inspeccionar aquella habitación, y sobretodo el armario.
Subimos a la primera planta, y entramos a la que era una de las salas más emblemáticas de Pastrana y de Castilla. Aquella celda de una mujer valiente, cuya ventana daba a la plaza de la hora.
El guardia nos acompañó, aunque una vez allí le pedimos que se marchara y cerrara la puerta tras él. El mentecato se negó varias veces, pero al final lo hizo sin rechistar cuando Gorka le mostró su espada.
Gorka me miró alzando la barbilla cuando la puerta se hubo cerrado.
-¿Un poco de intimidad Cortés?
Sonreí y me acerqué al largo armario de la izquierda, el que estaba frente a la cama. Lo abrí de par en par. El pirata se acercó a mi hasta el punto en que podía notar su respiración en mi nuca. Habían varios vestidos y visos colgados de perchas de madera que no permitían distinguir el fondo. Los aparté pero no se veía nada raro, el fondo era de roble, o al menos, eso parecía.
-No sabremos lo que hay dentro hasta que lo toquemos, tampoco sabemos a donde va, si es un portal.
-En eso te equivocas general.-Dijo él sacando de la percha un vestido, haciéndolo una bola y lanzándolo hacía la pared.
Para sorpresa de ambos, este reboto y cayó al suelo.
-Mierda.-Susurré.-Pues nada Cortés, seguimos igual.
Me acerqué a la ventana suspirando.
-¿Como alguien puede estar encerrado por amar? ¿Acaso es un delito?
-No cumplió el luto de su marido.-Dijo Gorka.
-Que estupidez.
-Si yo muriera...-Dijo el pirata mirándome.
Sonreí
-¿Acaso crees que me gustas Abendibar?
-No iba a decir eso. Decía que si yo muriera y tuviera esposa, me gustaría que esta me guardara el luto, al menos unos años.
-¿Unos años? ¿Cuantos?
-No sé, al menos diez.
-¡Diez años!
-¿Te parece poco?
-¡Me parece demasiado! Además, uno no elije cuando enamorarse.
-En eso tienes razón.-Dijo él acercándose a mi despacio, mirándome a los ojos. No me moví, mi respiración sin embargo se aceleró poco a poco. Acarició mi cintura con un brazo y entonces, rompiendo aquel momento oímos un fuerte estruendo que venía de la plaza. Gorka separó su mano y miró por la ventana. Una enorme multitud se había juntado en la plaza de la hora alrededor de una mujer que parecía vestir de negro.
Agarré a Gorka por el cinturón en el que llevaba la espada y lo acerqué a mí.
-No me gusta que me dejen a medias.-Dije sonriendo.
Gorka sonrió y me besó apasionadamente, cuando nuestros labios se separaron me lo quedé mirando unos segundos. Luego él caminó hacía la puerta y me dijo:
-Deberíamos bajar.
-Estas misiones, siempre se ponen interesantes en el peor momento.-Dije acercándome a él, permitiendole que me abriera la puerta.
El gran tumulto de gente me impedía ver con claridad quien se encontraba en el centro, aunque por los gritos me lo pude imaginar:
-¡Embustera! ¡Lagarta!
-¡Bruja!
Me abrí paso a empujones y allí la encontré, mirando a los que la rodeaban. Me miró con seguridad pero a la vez con pena y entonces supe que nadie la había robado, sino que se había robado a si misma.
-¡Apartaos!-Grité.-¡Vosotros si que sois escoria! ¡Soy la marquesa de Santillana, y como representante de la justicia española estoy a cargo de esta mujer así que marchaos, la llevaré a palacio!
Miré a la princesa de Eboli, a doña Ana de Mendoza. Ella sabía que yo no era la marquesa de Santillana, era obvio pero calló aferrándose a mi voz y a mis palabras.
La agarré de un brazo y la empujé hacía el palacio ducal con fuerza. Una vez allí pedí a los guardias que cerraran las puertas del castillo.
-¿Porque lo has hecho?-Me dijo ella.-¿Quien eres?
-Mi nombre es Camila Cortés.-Dije mirando a Gorka que me había seguido y estaba a mi lado.- No soy la marquesa de Santillana, vos lo sabéis bien, pero mi identidad no importa. ¿Como escapasteis?
-Tenéis la mirada de una mujer fuerte, de las que se hacen notar, pensaba que ibais a defenderme. Pero no sois mejor que la escoria de la que me habéis defendido.
-No la conocéis.-Dijo Gorka rápidamente, casi cortando las palabras de doña Ana.-Si por ella fuera os sacaría de aquí y os trataría como a su propia hermana.
La princesa de Eboli sonrió y dijo:
-Querida, nunca te enamores, no dejes que te embauquen, mira como he acabado yo, encerrada en estas cuatro paredes. ¿Quieres saber como escapé? Igual que tu viniste, querida. Cuando era joven era funcionaria del ministerio. Mi guardia se durmió y aproveché para salir del castillo, ir a una de las cinco puertas que hay aquí, en Pastrana y atravesarla. Quería ver a mi amado una última vez, aunque no pudiera tocarlo, quería mirarlo.
-¿Porque has vuelto?
-No se puede vivir en el pasado, además, sé muy bien que el tiempo es el que es. Mi deber es este, morir entre cuatro paredes.
-Pensábamos que te habían secuestrado.-Dijo Gorka.
-Pues no, ya ves que no, me escapé sola, y volví sola para no ser nada más que una mujer indefensa.-Dijo sonriendo.
-No sois una mujer débil doña Ana, todo lo contrario, os aseguro que no pasareís a la historia por ello sino por todo lo contrario.
La princesa suspiró y dijo:
-Supongo que he de volver a mi celda.
Mis labios ansiaban negarlo, deseaba llevarmela conmigo, cambiar la historia, hacerla justa.
-Si.-Dijo Gorka en un susurro.Lo miré, en su rostro también se reflejaba la pena.
Doña Ana asintió y sin rechistar se dio la vuelta y comenzó a caminar. Apenas dio dos pasos dijo:
-Que sepáis que esto ha sido gracias a Salvador, os mando a ambos a vigilarme, a comprobar que volvía, una misión fácil, supongo. Cuando volváis, dadle las gracias por esta oportunidad.-Volvió a girarse y siguió caminando. Un guardia la escoltó arriba.
Me di la vuelta en cuanto me hube asegurado que ya no podría escapar, y me marché haciendo abrir las puertas de aquel palacio que en un primer momento me había parecido tan maravilloso y que ahora solo me parecía una burda prisión.
Caminé enfadada por la plaza con Gorka detrás.Oí como sus pasos se aceleraban y noté una mano agarrándome por el brazo, el pirata me detuvo en medio de la plaza de la hora y me dijo:
-Camila, para, sé que no es lo que hubieras querido, pero al menos ha vuelto.
-Salvador nos envió a una misión estúpida, controlada por él mismo. Me siento inútil.
Gorka sonrió y me dijo:
-Tú y yo sabemos que poco te importa que esta misión fuera sencilla, sino que lo que te enfada es no poder cambiar la historia.
Lo miré con un nudo en la garganta.
-No merece estar ahí, encerrada. ¡No ha hecho nada! ¿Porque siempre es lo mismo? ¿Porque las mujeres no podemos hacer nada? No podemos luchar, no podemos hablar, ni siquiera podemos amar libremente. Estoy harta, Gorka.
-Yo conozco un lugar donde serías libre de hacer lo que quisieras, un lugar sin normas ni ataduras, hasta la próxima misión, aunque, Cortés, he de decirte que eres la mujer más libre que he conocido nunca.
Reí.
-Nunca he sido del todo libre, solo en batalla, pero después mi vida ha sido y es como la de todas las demás.
-Viaja conmigo Cortés.-Dijo Gorka.
-¿Yo, pirata?
-¿Porque no?
-Soy general, Gorka.
-Y yo solo robo a los que se lo merecen
-Sí claro.
-Prométeme al menos que te lo pensarás.
-Podrías hacerte corsario.
-¡No, jamás trabajaré para los nobles! ¡Ya sabes cuanto los odio!
Gorka me agarró por la cintura y mirandome a los ojos me dijo:
-Por favor, solo quiero viajar contigo, navegar y olvidarlo todo, no sé como es tu pasado pero tus ojos me dicen que es incluso peor que el mío.
-Lo es.
-Pues entonces sube a mi barco, iremos a Siracusa, a Atenas, te enseñaré los lugares más bonitos de la tierra, te lo prometo. Además eres buena espadachína, contigo seguro que jamás nos pillarán.-Reí, no lo pude evitar, sus ojos me encandilaban, igual que sus brazos y su parche.
-Si nos pillan...
-El mar es grande, no nos pillarán.-Dijo sonriendo.
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